sábado, 30 de mayo de 2020

27. AYUDA DIVINA PARA UNA OBRA SAMARITANA.


Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.  (Lucas 10: 33, 34).
Me ha sido mostrado que la obra médico-misionera hallará en la más profunda degradación a hombres que una vez tuvieron mentes puras y preciosas cualidades, los cuales serán rescatados de su condición caída por medio de un trabajo apropiado. La verdad, tal como es en Jesús, es la que ha de ser presentada delante de las mentes humanas después de que se les ha atendido bondadosamente y se ha suplido sus necesidades físicas.

El Espíritu Santo está actuando y cooperando con los agentes humanos que están trabajando por tales personas y algunas apreciarán el fundamento [puesto] sobre una roca para su fe religiosa. No han de presentarse doctrinas que resulten chocantes a estos individuos a quienes Dios ama y compadece; pero cuando son ayudados físicamente por quienes realizan la obra médico-misionera, el Espíritu Santo coopera con la labor de los agentes humanos para despertar las facultades morales. 
Los poderes de la mente se despiertan a la actividad, y esas pobres vidas, muchas de ellas, serán salvas en el reino de Dios.
No hay, ni habrá jamás, nada comparable a la obra del buen samaritano para dar carácter a la misión de presentar la verdad que ayude a la gente, llegando hasta ella donde esté. Un trabajo adecuadamente conducido para salvar a los pobres pecadores que han sido pasados por alto por las iglesias, será una cuña metida por donde la verdad establecerá su morada.
Un diferente orden de cosas necesita establecerse entre nosotros como pueblo, y si esta clase de obra se realiza, entonces se creará una atmósfera enteramente diferente alrededor de los obreros, porque el Espíritu Santo se comunicará a todos los que están haciendo el servicio de Dios, y aquellos que están obrando con el Espíritu Santo serán un poder de Dios para levantar, fortalecer y salvar a las personas que están próximas a perecer.
El ministerio de la bondad, pp. 135  136. 159  RP

26. COMPASIÓN Y PIEDAD: EL ESPÍRITU DE DIOS EN ACCIÓN.


¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?  Él dijo: El que usó de misericordia con él.  Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.  (Lucas 10: 36, 37).

Es imposible que el corazón en el cual Cristo mora esté desprovisto de amor. Si amamos a Dios, porque él nos amó primero, amaremos a todos aquellos por quienes Cristo murió.  No podemos llegar a estar en contacto con la divinidad sin estar en contacto con la humanidad; porque en Aquel que está sentado sobre el trono del universo, se combinan la divinidad y la humanidad.  Vinculados con Cristo estamos relacionados con nuestros semejantes por los áureos eslabones de la cadena del amor.  
Entonces la piedad y la compasión de Cristo se manifestarán en nuestra vida.

No esperemos que se nos traigan a los menesterosos e infortunados. No necesitaremos que se nos suplique para sentir las desgracias ajenas.  Será para nosotros tan natural ministrar a los menesterosos y doliente como lo fue para Cristo andar haciendo bienes. Siempre que haya un impulso de amor y simpatía, siempre que el corazón anhele beneficiar y elevar a otros, se revela la obra del Espíritu Santo de Dios.

En las profundidades del paganismo, hombres que no tenían conocimiento de la ley escrita de Dios, que nunca oyeron el nombre de Cristo, han sido bondadosos para con sus siervos, protegiéndolos con peligro de sus propias vidas. Sus actos demuestran la obra de un poder divino. El Espíritu Santo ha implantado la gracia de Cristo en el corazón del salvaje, despertando sus simpatías que son contrarias a su naturaleza y a su educación. La luz "que alumbra a todo hombre que viene a este mundo" (Juan 1: 9), está resplandeciendo en su alma; si presta atención a esta luz, ella guiará sus pies al reino de Dios.

La gloria del cielo consiste en elevar a los caídos, consolar a los angustiados. Siempre que Cristo more en el corazón humano, se revela de la misma manera. Siempre que actúe, la religión de Cristo beneficiará. Donde quiera que obre, habrá alegría. Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención.
Palabras de vida del gran Maestro, pp. 366, 367. 160 RP