jueves, 24 de septiembre de 2020

EL PECADO. La Sagrada Escritura no enseña que el pecador deba arrepentirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: “¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!” La virtud proveniente de Cristo es la que nos induce a un arrepentimiento genuino. El apóstol Pedro presentó el asunto de una manera muy clara cuando dijo a los israelitas: “A éste, Dios le ensalzó con su diestra para ser Príncipe y Salvador, a fin de dar arrepentimiento a Israel, y remisión de pecados.” Tan imposible es arrepentirse si el Espíritu de Cristo no despierta la conciencia como lo es obtener el perdón sin Cristo. Él es la fuente de todo buen impulso. Es el único que puede implantar en el corazón enemistad contra el pecado. Todo deseo de verdad y pureza toda convicción de nuestra propia pecaminosidad evidencian que su Espíritu está obrando en nuestro corazón. CC 26.


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