Nunca se apartó de
delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego.
Éxodo 13:22.
Nunca se apartó. Literalmente, "no se deshizo", o "no se apartó" (BJ).
La última mención inconfundible
de la nube está en Núm. 16:42, aunque Núm. 20:6 posiblemente aluda a ella. Por
Neh. 9:19 y Núm. 9:15-23 deducimos que la columna de nube y fuego permaneció
con Israel a través de sus peregrinaciones por el desierto. Puesto que no hay mención de ella en el libro
de Josué, puede haber desaparecido precisamente antes de que cruzaran el
Jordán.
El hecho de que la columna
de nube permaneció con Israel a través de su largo viaje, aun cuando los
israelitas fueron infieles, es una seguridad para el cristiano de que Dios no
lo abandonará en su viaje a través de la vida.
La promesa de Jesús a sus
discípulos: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo" (Mat.28:20), nunca ha faltado a nadie dispuesto a seguir donde
Dios lo dirija. No hay ninguna vicisitud en la vida en la que Dios se retira.
Está presente en las noches más oscuras de aflicción y chasco tanto como en los
días más brillantes de alegría y éxito.
En verdad, necesitamos de él por
la noche, cuando estamos conscientes, de nuestra necesidad, pero quizá aún más
durante el día, cuando estamos inclinados a sentir confianza propia. No se ha
de ver más la columna visible, pero la presencia de Dios todavía se puede
sentir en la experiencia del individuo, la iglesia y las naciones. Bendito el
hombre cuyos ojos no están tan oscurecidos que no pueda discernir la dirección
del Señor. (1CBA).
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