Más
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable.
(1
Pedro 2: 9).
En
representación de Cristo, el Espíritu Santo fortalece con poder a los más
débiles para que avancen en pos de la victoria.
Dios ha organizado a sus instrumentos para que lo ayuden a conducir a
los pecadores hacia él.
A
muchos a quienes no se les ha impuesto las manos, los envía para que se
dediquen a su obra.
Responde
las objeciones que presentan contra este plan de acción, incluso antes de que
sean planteadas. Dios ve el fin desde el
principio. Conoce y se anticipa a cada
deseo, y hace provisión para las emergencias.
Si el hombre finito a quien le encomienda esta tarea no pone
impedimentos, Dios tendrá obreros para, enviar a su viña. A
los que se convierten, Cristo les dice: "Id por todo el mundo
y predicad el evangelio a toda criatura" (Mar. 16: 15).
y predicad el evangelio a toda criatura" (Mar. 16: 15).
El
Señor no necesita sentarse primero en los concilios legislativos para hacer la
siguiente pregunta a los que piensan que deben planificar su obra:
"¿Autorizarán a los hombres que yo escogí para que se unan a ustedes con
el fin de trabajar en algún lugar de mi viña moral?"
Cristo
estaba a pocos pasos de su trono celestial cuando encomendó a sus discípulos la
gran misión, que también toca a todos los que creen en su nombre.
Jesús
desea que cada ministro a quien le confió su cometido sagrado recuerde sus
mandatos, considere la vastedad de la obra, y comparta la obligación de
predicar el evangelio al mundo y a los que forman parte de él.
"Así
está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los
muertos al tercer día y que predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén" (Luc.
24: 46, 47).
El
poder de Dios acompañará a todos los que proclaman el evangelio. Si los que pretenden tener experiencia en las
cosas de Dios hubieran cumplido con el cometido que se les encomendó, toda la
tierra ya habría sido amonestada, y el Señor Jesucristo ya habría venido con
poder y grande gloria.
The Home Missionary, 1º de agosto de 1896. 174
RP/EGW
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